Nuestra industria discográfica vuelve a premiar los talentos del año anterior entre los creadores musicales, con una nueva entrega de los "Gardeles".
Lo significativo es que en esta oportunidad, los premios al rubro "Tango", se entregarán al margen de la "gran fiesta".
Ayer por ejemplo, recogimos en el
tiempo una figura discriminatoria encarnada hace muchos años en un presuntuoso
productor fonográfico llegado de México a nuestro país con el firme propósito
de eliminar de un día para el otro obras notables de autores y compositores
argentinos que, desde el tango, marcaban la importancia de ese patrimonio
cultural que años más tarde haría escuela en el mundo entero.
Precisamente fue la Unión Europea la
encargada de propalar con la autoridad que se le admite aún hoy, una moda
avasallante no sólo desde la música en todos sus estilos sino además en el modo
de vestir y hasta de modular desde una cadencia porteña que buscaba ser imitada
por generaciones que intentaban reflejarse en un "canyengue" que les
fascinaba. Sin embargo y a pesar de estos antecedentes prestigiosos -quizás con
la complicidad de algún renegado local- ese productor extranjero, obedeciendo órdenes
emanadas de la "isla madre", hizo desaparecer obras geniales de
compositores como Alfredo Gobbi, Osvaldo Pugliese y Enrique Santos Discépolo
entre muchos otros, quemando las matrices que interceptaban al parecer el
advenimiento de un tiempo coronado por una creación inolvidable para muchos de
nuestra generación, llamada "El Club del Clan". ¡Dejémoslo ahí!
Hicieron lo imposible y más para ahogar
al tango en la bulliciosa y despreocupada memoria colectiva de aquel entonces.
Sin embargo, de nada sirvieron esos
esfuerzos: no lograron hacer desaparecer a Astor Piazzolla, "grande entre
los grandes", quien lideró a un conjunto de artistas que al ritmo
inigualable de su historia, dejaron y dejan día a día estampada su impronta
alegre, divertida, creativa, que equilibra nuestra melancolía habitual.
Quizás sea esta permanencia inalterable
la que nos obliga a participar para denunciar un gesto de discriminación que
nos hace demasiado ruido y no queremos obviar.
Nuestra industria discográfica vuelve a
premiar los talentos del año anterior entre los creadores musicales, con una
nueva entrega de los "Gardeles".
Lo significativo es que en esta
oportunidad, los premios al rubro "Tango", se entregarán al margen de
la "gran fiesta", lejos del "mundanal ruido", en una
confitería tradicional. ¿Qué les pasó a los organizadores? ¿Cuál fue el reparo?
A menos que quieran cuidar "el medio ambiente" porque el "tango
contamina". ¿Cuál sería el "virus contaminador"?
Será la del tango, una ausencia
inexplicable. ¿Quién es hoy el émulo de aquel productor llegado de México?
¡Vaya uno a saber!
Lo que sí sabemos es que el tango, a
través de los años, cobra cada vez más fuerza, desde el barrio que lo vio nacer.
El mundo entero sigue subyugado y
entregado a su magia que invita al abrazo y no alcanzan los torpes
organizadores de barricadas buyangueras para frenar sus virtudes.
De igual modo observo a los diferentes
"Gardeles" que engalanan mi escritorio y que forman parte de la
infinidad de reconocimientos que la vida y el mundo me regalaran y, al mismo
tiempo, me pregunto: ¿cómo hicimos para vencer los espíritus de la
discriminación?
¡Gracias Tango! ¡Quién entonces me diría que yo te debería todo mi corazón!
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